Transmite tu verdad para ser libre

Soy Pablo Domínguez, estratega de negocios digitales.

 ESTA ES MI HISTORIA
No soy Brian Tracy pero…

Tengo algo interesante que contarte.

1990. Nací y me crié en Granada, la ciudad con más embrujo del mundo.

De pequeño era un niño risueño que iluminaba toda la casa.

1996. A los seis años comencé primaria, empecé a sufrir bullying y, por «no querer huir» cambiándome de colegio -años después entendí que habría sido mejor marcharme- el abuso escolar se perpetuaría en el tiempo.

Como era de esperar, me afectó.

Pedí ayuda a mi familia, a la que amo con locura, pero ni ellos ni los profesores podían realmente hacer nada.

Sentía que no era justo. No era diferente de cualquier otro niño, así que…

Si yo no le hacía daño a nadie… ¿Qué estaba haciendo mal para ser rechazado?

Tardé 13 años en entender que, sólo yo, desde mi amor propio, podía hacer frente a la situación para cambiarla.

2005. Mi familia compró un portátil y puso Internet en casa. Inconscientemente me refugié en él. Empecé a pasar miles de horas delante del ordenador, incluso más que con mi familia, por estudios y trabajo del instituto.

Era el único lugar donde me sentía seguro, donde nadie podía hacerme daño.

Entre tanto, fui cosechando un mediocre expediente académico.

Por falta de ilusión y motivación, me limitaba a cumplir. Así, hasta…

2009. A los diecinueve años, ya terminando el bachiller, ante el enésimo abuso de la persona que permití que me amargara la existencia, sentí como si mi corazón se incendiara.

Literalmente mi cuerpo gritó «basta».

Planté cara, me hice justicia y puse fin al abuso.

Entonces, llegó la resaca: el problema ya no estaba, pero las heridas emocionales seguían ahí.

Ante la falta de problemas, mi subconsciente necesitaba crearlos.

Por ridículo que parezca, la mente funciona así: en base a lo que se acostumbra.

Pero yo aún no sabía que estaba acostumbrado a ser la víctima.

Y claro, pese a que en mí emergió la rebeldía, repitiéndome constantemente «nadie va a poder conmigo. Sé que valgo y trabajaré por conseguir algo grande»… No sabía cómo canalizar correctamente ese empuje.

2011. Aún sentía inseguridades, miedo, culpa, falta de autoestima, ansiedad y una galopante necesidad de sentirme parte de algo.

¿Resultado? Proyecté al exterior una máscara ficticia, alejada de mi esencia natural.

Ante la falta de herramientas e información correcta para gestionar la situación, no conservaba ni amigos, ni chicas, ni tenía estabilidad laboral porque, en aquel entonces, estaba más pendiente de cosas ajenas a mí y a mi control que de mí mismo.

Y si ni yo mismo me permitía mostrarme tal como era ni tampoco apostaba por mí…

¿Por qué razón tendrían que hacerlo los demás?

Todo porque me sentía perdido, no sabía cómo conectarme a un mundo que giraba sin mí.

Buscaba la aceptación de los demás, sin antes aceptarme a mí mismo.

2013. A los veintitrés años me saqué mi título del ciclo superior de desarrollo web y entré en una agencia. Tuve mi primera toma de contacto con el marketing digital, aún a niveles muy básicos.

Entre tanto, fui encontrando herramientas para gestionar mejor mis procesos vitales, mientras comenzaba a modelar a mis referentes.

Instintivamente descubrí cómo resolver mis problemas, iniciando un proceso de mejora continua que me llevaría años.

Solo que aún con un error de base latente: perseguir «objetos brillantes» ajenos a mi control.

2012. Por eso comencé a trabajarme como comunicador profesional en un club deportivo al que, de corazón, deseo ascensos y prosperidad por el cariño que guardo a mi etapa allí y, más tarde, en medios de comunicación.

Empecé a construirme como quería, paso a paso.

2015. Pasaron los años. Empecé a estudiar periodismo, por congruencia, y a hacer cursos universitarios de comunicación deportiva, community management y marketing digital.

2018. Mi motivación e inspiración se acrecentaron… Hasta que, en las prácticas en empresa del grado, en un radio deportiva, me di cuenta de que los títulos universitarios no servían para absolutamente nada.

Aterricé en la realidad del mercado laboral.

Como periodista mi trabajo no iba a dar para vivir con dignidad, y ya ni hablemos de formar una familia.

Fue duro, pero lo acepté y, ahí, decidí soltar el periodismo en cuanto me graduara meses después para, a continuación, pivotar al marketing como emprendedor y seguir adelante.

Justo entonces, la vida me dió un revés afectivo.

2019. Ruptura de pareja en año nuevo. Una historia platónica de idas y venidas, durante 13 años, terminó.

De nuevo, no entendía qué estaba haciendo mal.

Momento en que me hice la primera buena pregunta de mi vida:

¿Cómo iba nadie a quererme si ni yo mismo estaba siendo capaz de ofrecerme una vida plena y estimulante?

Ahí dejé de perseguir «objetos brillantes» y empecé a abrazarme a mí mismo.

Ahí me di cuenta de que estaba siendo presa y víctima de un sistema que me estaba robando mi libertad; de hecho mi discurso interno era victimista. «Todo me pasaba a mí», en vez de ser yo el causante de que las cosas ocurrieran.

Cuando resulta que, para mí, ser libre, en todos los sentidos, es lo que subordina todas las áreas de mi vida.

Me dí cuenta de que la programación para masas, deliberada e intencionalmente, automatiza y mantiene a las personas en sumisión, alejándolas de su potencial y de la vida que realmente merecen vivir.

Me negué a ser otro borrego más.

Me puse a buscar la información filtrada y correcta, a través del marketing y las ventas, que conduce a la prosperidad para, más tarde, compartirla con los demás porque comprendí que, a través de estas disciplinas del emprendimiento, surgen a la luz todos los conflictos no sanados.

Te toca exponerte, aportar soluciones en redes sociales, adquirir habilidades, decirle a tu familia a qué te vas a dedicar que te rechacen y aún así les sigas mostrando amor, perdonar, gestionar personas que no están en tu mismo nivel de conciencia…

Todo lo que necesariamente te obliga a centrarte en tu propio proceso, soltando y olvidándote de todo lo demás.

Y es, entonces, cuando evolucionas de verdad para ser libre.

Entendí que debía trabajarme en tres áreas: biológica, entrenando a diario y cuidando mi alimentación, laboral, construyendo mi propio negocio, y afectiva, relacionándome con el tipo de personas que me impulsen a crecer.

Abandoné el ‘modo queja’ y asumí el 100% de la responsabilidad en mi vida.

Emprendí por amor propio.

La primera buena decisión de mi vida llegó a mis veintinueve años.

Me enfrenté al mayor reto de mi vida: aprender a vender mi propia mentoría.

Ahí me encerré en casa y ‘me volví loco’ comprando formaciones de +1.000€ con una idea resonando en mi cabeza…

El marketing vende para después escalar.

El problema es que, sin darme cuenta, estaba volviendo a caer en mi propia trampa, volviendo a impostar una máscara que no se correspondía con mi verdad. Con quien realmente soy.

Volví a forzar la máquina…

Y la vida, en su infinita sabiduría, me lo recordaría por partida doble porque…

La vida nunca se equivoca.

Estaba haciendo las cosas desde el lugar incorrecto: el ego y la fuerza.

2020. Primero puso en mi camino a una chica que me encantaba, en el verano de la pandemia, y con la que las cosas no pudieron ser. Dolió, pero lo acepté.

La ironía era que, paralelamente, apareció una amiga que acabaría causando un impacto aún mayor en mi vida.

2021. Tras un año soltero, de repente pasamos de ser los mejores amigos a ser pareja. No funcionó.

Inconscientemente yo seguía accionando desde el ego, forzando las cosas por mi afán de mejora continua. Lo entendí más tarde, en terapia; intentaba que ella cambiara, cuando el que necesitaba cambiar era yo. Se quemó y, en diciembre, se marchó.

Entré en shock y sufrí estrés postraumático, con flashbacks casi diarios.

No entendía nada.

Si mi intención era positiva… ¿Qué diablos hice mal?

La respuesta fue contundente y me puso frente al espejo. Proyecté expectativas desorbitadas sobre ella, las mismas que tenía sobre la consecución de mi propio éxito.

No me gustó lo que vi en ese espejo.

Yo no quería ser eso.

Me sabe fatal el daño que le causé, por inconsciencia.

Ahí fue cuando me di cuenta de que seguía en guerra conmigo mismo porque, muy en el fondo de mi corazón, pese a que sabía cuánto valía, aún no lo sentía y, por tanto, tampoco me sentía merecedor de ninguna de las cosas buenas que pasaban en mi vida.

Lo vi. Buscar la «mejora continua», subconscientemente partía de un sentir de carencia e insuficiencia.

2022. La ‘guinda’; mis primeros lanzamientos me dieron feedback y contactos pero no la facturación esperada.

La situación era evidente y, finalmente, comprendí que yo mismo estaba siendo el problema porque aún no estaba alineado y, como consecuencia…

Bloqueaba las relaciones y bloqueaba las ventas.

Entendí que debía dejarme ayudar porque me había quedado sin brújula. Sin norte. Sin ideas.

Pese a todo seguía confiando en que, si otros lo habían logrado, yo también podría conseguirlo; me sentía con mucha energía pero sin saber cómo canalizarla ni en qué dirección para salir del punto muerto al que había llegado.

Con que… ¿Cuál fue mi respuesta ante la adversidad?

Entendí que no eres lo que te pasa, sino lo que decides hacer con lo que te pasa.

Contraté a tres mentores en las dos áreas de vida que sentía bloqueadas y, a la vez, empecé a trabajar con una psicóloga y un coach que me ayudaran a hacer el cambio interno que necesitaba para salir del bucle.

Y entonces me hice la pregunta correcta.

¿Dónde está y cuál es la raíz que me está impidiendo ser feliz?

Pues, después de dar mil vueltas, resulta que inconscientemente estaba más pendiente de cómo yo quería que fueran las cosas que centrado en cómo podía servir a los demás.

Ya sabes… Ese diálogo interno egoísta que a ninguno nos enseñaron a gestionar basado en el yo quiero, yo necesito, yo, yo, yo…

Un diálogo que nace de la carencia y la necesidad: justo las dos cosas que más rechazo generan cuando, la realidad, es que la vida sólo florece desde el liderazgo, el servicio y la entrega a los demás.

Quería salir del bucle pero me estaba faltando conectar con mi porqué para mostrar quién soy en realidad, es decir, comunicarme desde el corazón, hablando no de lo que hago, sino desde el por qué hago lo que hago para liderar mi propio movimiento.

El problema era que, entonces, ni sabía que tenía que liderar un movimiento ni tampoco tenía ni la más remota idea cuál podría ser porque no estaba alineado.

2023. Hasta que una persona, indirectamente, me hizo recordar una idea:

«La verdad os hará libres».

Fue como si Dios, el universo, la vida -llámalo como quieras- me mostrara el camino.

Lo entendí.

No se trata de ninguna verdad de ahí fuera, sino de la tuya propia.

Esa verdad, que revela tu pasión profesional y donde está tu autenticidad, que emerge del autoconocimiento y de haber resuelto aquellos problemas a los que tú te has enfrentado, con lo que ahora emprender, ayudar y liderar a los demás.

Porque sólo así te sentirás libre de mostrar quién eres de verdad, tal cual, poniéndote al servicio y al frente de una sociedad que, precisamente, cada día que pasa tiene menos libertades.

Lo que no te han enseñado es que la libertad económica emerge de ahí, de una libertad intelectual, puesta al servicio de una causa superior a uno mismo para ayudar a los demás, entregando tu vida a su defensa por amor al mundo.

En eso consiste emprender, en…

«Transmitir tu verdad para ser libre».

Porque un día fui preso de una máscara ficticia y usé la brújula del marketing para conocerme, liberarme y transmitir mi verdadera identidad, quien realmente soy: alguien que ayuda a otros a hacer realidad su verdad.

Porque la verdad está para hacerla, no para saberla.

Implica aceptar la entrega y la responsabilidad de tus dones y talentos, porque si no, no podrás conseguir nada de lo que te propongas. Implica aceptar el reto para levantarte de la silla en la que estás para trabajar por tus sueños.

Hacer y transmitir tu verdad, tu visión, tu legado, el cambio a mejor que quieres dejar en el mundo es lo que te dará acceso a la vida que quieres. Una vida con sentido. Una vida con propósito. Una vida libre. Una vida de verdad.

Porque sólo los que apuestan su vida por su verdad, son los que llegan y consiguen sus metas.

El resto sólo estaban interesados…

Así que acepta tu verdad, haz tu verdad y hazla con pasión. Con amor.

Porque la vida es un regalo, tan sólo tienes que abrirlo.

Fue cuando entendí y apliqué esto cuando…

Comencé a generar mis primeras ventas High Ticket.

Porque empecé a liberar la verdad que mueve a la gente.

Porque emprender no va de estrategias, ni de lanzamientos, ni de tácticas de marketing… No.

Sólo con eso aburres a un santo.

Emprender va de hacer, defender y transmitir tu verdad al mundo.

Va de permitirte ser quien de verdad eres para inspirar a otros a seguir tu camino.

Sólo entonces serás verdaderamente libre, desde dentro hacia fuera, con una identidad y esencia clara, limpia y reconocible.

Y sólo desde ahí nos metemos con todas las estrategias y automatizaciones de marketing y ventas.

Porque prosperar con tu emprendimiento es el camino hacia la ansiada sanación y libertad puesto que implica solventar todos los conflictos que algún día tuviste en tu vida.

Y… ¿Sabes qué?

Ahí conectas con la paz porque te conviertes en una persona alineada.

La paz que logré gracias a no rendirme y dejarme ayudar para consumar el cambio que necesitaba.

Porque nadie sube sólo a la cima, todos necesitamos ayuda para aprender a volar.

De hecho pedir ayuda es el mayor acto de valentía que existe porque significa negarse a rendirse, significa seguir avanzando hacia la vida que queremos vivir. Y lo mejor es que…

Cuando conectas con quien eres de verdad y confías en ti, ya nada ni nadie puede detenerte.

Y para eso estoy aquí…

Para ayudarte a prosperar y a ser libre a través de tu verdad.

Para ayudarte a crear o escalar tu formación o servicio, juntos, a través de tu movimiento.

Esa es la huella que quiero dejar en el mundo: personas y profesionales que proyecten toda su luz por sí solos, que muestren su verdad al mundo y hagan sonar toda la música que llevan dentro, porque ninguna estrella pide permiso para brillar.

Quien eres vende más.

¿Cómo conseguirlo?

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